martes, 5 de agosto de 2014

¿ES USTED DE IZQUIERDAS?


     
                                         PAULINA GAMUS 
(*)








Los españoles utilizan el plural para referirse a las posturas políticas de izquierda y derecha, lo que viene al pelo para esta nota. Antes la gente era de una u otra corriente, ahora hay que hablar de izquierdas para poder englobar a un heterodoxo conjunto de así autodenominados, quienes asumen las más asombrosas identificaciones y solidaridades. Las derechas suelen ser más fáciles de reconocer al menos en Europa. Allá no existe la actitud vergonzante de ciertos partidos políticos en América Latina que se defienden con pasión cuando los acusan de ser derechistas. Ninguno, aunque lo parezca, quiere serlo. Y si lo es no quiere parecerlo.
Hace unos días un amigo me envió por correo electrónico el célebre Yo Acuso de Emile Zola. Releí no solo los alegatos que el escritor escribió y publicó en defensa del Capitán Alfred Dreyfus, un oficial judío acusado de traición a su patria francesa, sino también la historia de la tormenta política que vivió Francia a raíz del juicio amañado y la injusta condena al joven militar. Fue un hecho que conmocionó a la sociedad francesa durante doce años, desde 1894 a 1906. Aparece entonces la expresión despectiva “los intelectuales”(izquierdistas) que emplearon los antidreyfusards (Barrès, Drumont, León Daudet, Pierre Loti, Jules Verne...) contra los dreyfusards (Emile Zolá, Gide, Proust, Péguy, Mirbeau, Anatole France, Jarry, Claude Monet...).
Los antidreyfus eran de extrema derecha sin que les temblara el pulso y los defensores de la inocencia del capitán eran definitivamente socialistas y de izquierda aún con riesgo de sus vidas. La extrema derecha de entonces era ultranacionalista y chauvinista, con el antisemitismo como la fobia más protuberante. La izquierda, incluida la extrema, defendía con vehemencia los principios básicos de la democracia y los tan vapuleados postulados de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad.
Las definiciones continuaron muy claras con la aparición en escena del fascismo de Benito Mussolini y del nazismo de Adolfo Hitler. Los militantes de izquierda confrontaron ambos regímenes con sus ideologías y luchas. Muchos -no todos- abrazaron el comunismo soviético que parecía la contrapartida al nazifascismo. Pero cuando cayó la máscara siniestra del estalinismo, la mayoría de partidos y personas de izquierda se decidieron por el socialismo democrático y por la defensa genuina de los derechos humanos.
¿Es esto lo que ocurre hoy? ¿Qué significa en estos días ser de izquierdas? Comencemos por algo aberrante: Hugo Chávez Frías. Desde los inicios de su gobierno se autocalificó como izquierdista, se identificó con la revolución cubana y se convirtió en hijo putativo de Fidel Castro. Pero al mismo tiempo tuvo como asesor a Norberto Ceresole, un fascista argentino que le metió en la cabeza la trilogía caudillo, ejército, pueblo por la que padecemos hasta el día de hoy. Aunque el pueblo siempre estuvo ausente y ahora también el caudillo.
En el año 2000 Chávez visitó a Sadam Hussein, una especie de leproso en el contexto internacional. Le entregó la espada del Libertador a los sangrientos tiranos Robert Mugabe de Zimbabue y Muamar Gadafi de Libia y se hizo afectísimo de Alexander Lukashenko, el eterno dictador de Bielorrusia. Pero la tapa del frasco fue su fraterna relación con Mahmud Ahmadinejad, el fundamentalista iraní, quien venía cada dos por tres a visitar a su “hermano” Chávez y viceversa. Esas relaciones contra natura no fueron óbice para que partidos y figuras de Izquierdas en distintos países, consideraran a Chávez un camarada, un líder o mejor aún, un héroe.
¿Cuál fue el imán que atrajo tantas admiraciones hacia el dictador militar de Venezuela? Su antinorteamericanismo. Anti imperialismo no sería lo adecuado porque nos entregó en manos del imperialismo ultracapitalista chino al que Venezuela le debe hasta el modo de andar. Y es que en eso se han convertido las izquierdas, lo único que las define y las une es el odio hacia los Estados Unidos de Norte América. De esa manera se puede ser de izquierdas y ser aliado y admirador de las FARC, de un Stalin posmo como Vladimir Putin, del dictador sirio Bashar al-Asad, quien por el empeño de mantenerse en el poder ha provocado más de 200 mil muertes en su país, y de cualquier déspota genocida o fanático religioso que se proclame antinorteamericano.
Tratándose de Chávez cualquier desatino o exabrupto era natural y hasta lógico, pero uno esperaba que otros mandatarios de Sur América, hasta ahora respetuosos de la democracia, tuviesen una conducta coherente con sus orígenes. Por ejemplo ante conflictos internacionales como el que actualmente se desarrolla entre el ejército de Israel y el movimiento terrorista Hamás. No son el estado judío y Estados Unidos los únicos que califican a Hamás como terrorista, lo han hecho la Unión Europea, Canadá y Australia. Human Rights Watch y Amnistía Internacional han acusado a Hamás de crímenes contra la humanidad. Pero más allá de esos señalamientos, se sabe que Hamás tiene en su carta fundacional la destrucción de Israel y es además un movimiento fundamentalista islámico que discrimina y oprime a las mujeres, envenena con odio la mente de los niños y persigue la obligatoriedad universal de abrazar el Islam como religión. ¿Puede entenderse que tres presidentas mujeres como Cristina Kirchner, Dilma Rousseff y Michelle Bachelet condenen a Israel en su lucha contra el fanatismo terrorista de Hamás? ¿Tiene sentido que un socialista genuino como José Mujica, presidente de Uruguay, embista contra Israel -la única, democracia del Medio Oriente- para apoyar a un grupo fanático y violador de los derechos humanos como es Hamás? De Evo Morales mejor ni hablar pero ¿Ollanta Humala tenía también que plegarse a la moda de lo que ahora parece políticamente correcto que es condenar a Israel?

Por suerte para los venezolanos, cuyo gobierno ha promovido marchas y manifestaciones anti israelíes y cuyos medios de comunicación han desatado una campaña abiertamente antijudía, la población se ha mantenido ajena a esas incitaciones al odio. Las demostraciones públicas se han alimentado de la burocracia, ni la comunidad árabe que es numerosa, se ha dado por aludida. Y es que la hipocresía de Maduro y compañía hiere la vista de todos. Están acongojados por la muerte de niños y civiles palestinos cuando en Venezuela solo en los primeros siete meses de 2014, han sido asesinados más de 50 niños. En las protestas estudiantiles que comenzaron el 12 de febrero de este año fueron asesinados por los cuerpos de seguridad, 48 civiles y la delincuencia común, apenas en el mes de julio que acaba de terminar, segó la vida de 378 personas. En 2013, 123.000 venezolanos murieron de manera violenta y Venezuela no es un país en guerra. La compasión selectiva no es exclusividad del gobierno de Maduro, es una moda izquierdosa. Pero mirar la paja en el ojo ajeno si es una manera de esquivar la viga en el propio. Es el reino del revés.

(*) Publicado originalmente en El País Internacional






viernes, 1 de agosto de 2014

GAZA , LA FRANJA DE LA HYBRIS


                                                     Alberto Szpunberg (*)







No, decididamente No: la ultraderecha neoliberal y militarista que gobierna al Estado de Israel no me representa. Ni como judío, ni como poeta, ni como simple militante de causas justas, ni como anónimo ser humano. Digo No a este Gobierno cruel, lo desconozco, le niego validez humanitaria, no es merecedor de la Jerusalem a la que volvemos nuestros ojos, ni de la terrenal Jerusalem, la de "abajo" (shelmata), ni de la Jerusalem celestial, la de "arriba" (shelmala), le prohíbo que hable en mi nombre ni en el de mi pueblo, y menos en nombre de los mártires de la Shoá, nada tiene que ver con el pueblo milenario al cual pertenezco, ni siquiera lo avalan ni lo justifican los misiles disparados al bulto ni los túneles subterráneos ni las "guerras santas" de la demencia fundamentalista de Hamás. Tampoco las mejores tradiciones del humanismo judío, según las cuales me formé, tienen que ver con el actual Gobierno de Israel.

No necesito apelar, ni con humildad ni con orgullo, a los grandes nombres que jalonan "2000 años de exilio". Tampoco necesito invocar a los 36 Justos que sostienen el mundo, ni al Rabino de Kotzk, que sigue incitándome a no dejar de saltar hasta alcanzar el cielo. Me basta con mencionar a mi abuelito José, el "cuéntenik" del conventillo de Añasco, un vendedor ambulante que, todos los Días del Perdón, me transmitía ese sentido del humor con el cual, cubierto con su manto, en pleno Kol Nidrei, intentaba remontar la barbarie de incontables matanzas dándome ligeros codazos. En ese momento, alzaba la voz en la sinagoga y decía: "Tú nos elegiste entre todos los pueblos"... Y, muerto de risa, agachaba la cabeza y agregaba a mi oído, en voz baja: "Para castigarnos"....

Hoy, el castigo que recibimos los judíos no viene del Faraón de Egipto ni del Melej Amalek ni del babilonio Nabucodonosor ni del criminal Amann  ni del Imperator Caesar Augustus Titus Flavius Vespasianus ni de Sus Majestades los Reyes Católicos ni del inquisidor Torquemada ni de los sanguinarios Pilsudski y Petliura ni del mil veces maldito Eichman ni de los mostachos sospechosamnte embebidos de Stalin –"imaj shemám", es decir, "borrados sean sus nombres"–, sino de mano de los Netaniahu, los Liberman, los Bennett y otros criminales de guerra, cuyos nombres también serán borrados. No merecen otro destino quienes, incurriendo en la Hybris, la transgresión total que desencadenaba la tragedia griega, no distinguen entre un niño y un perro...

Desde la racionalidad, desde el humanismo, desde la negativa a ser cómplice de la barbarie, desde el más elemental sentido común, digo No, definitivamente No, una y mil veces No. E invitando al Pueblo del Libro a pronunciarse, a modo de advertencia desesperada, cómo no volver al severo Amós:  "Los tres pecados de Israel perdonaré, pero al cuarto no ", cuando ya son muchos los pecados... Y cómo no volver al sensato Amós: "¿Acaso podrán ir juntas dos personas si antes no se pusieron de acuerdo?"...  Antes y después de todo, ahora y siempre, la paz. Y la única garantía, dos pueblos, dos Estados viables y seguros. Y algún día –porque la Tierra Prometida ya sabe a pogrom–,  tendrá que ser Sí, es decir, dos pueblos, dos Estados viables y seguros, y un solo, un solo  corazón.



(*) Poeta argentino (Buenos Aires, 1940)