La presente entrevista apareció en 2009 con el título: Monseñor Baltazar
Enrique Porras Cardozo. Legado de una paternidad social. En vista de su nombramiento como Miembro del Colegio Cardenalicio por el papa Francisco, consideramos oportuna reproducirla, aunque no tenemos información acerca del autor.
Mi infancia es la de una familia de clase media que viví en
Caracas, muy feliz en medio de las estrecheces propias de la época y de mi
familia. Sin embargo, tuvimos acceso a esas pequeñas delicias que uno como niño
lo llevaban a conocer, tanto en la escuela, en el colegio, en la calle, en la
parroquia; a mi padre le encantaba que nosotros conociéramos desde niños el
país y en la camioneta que teníamos salíamos los tres hermanos que habíamos
nacido para ese momento, junto con mi mamá a recorrer alguna regiones del país,
en aquellos años 50 donde todo era muy distinto a lo que es hoy en día. Pero la
verdad es que todos los recuerdos de mi familia de mi infancia, pues están
marcados por esa serenidad y tranquilidad que uno desearía para todo niño hoy
en día, porque le abre y ensancha el corazón y las mirar de todo lo que ha sido
alrededor.
¿Su primera formación dónde transcurrió, quiénes fueron sus primeros
maestros, qué personajes fueron respetados y admirados?
Bueno, yo guardo un
recuerdo, yo no estudie primer grado porque aprendí a leer y a escribir, en la
casa, de una vez me inscribieron en segundo grado y yo estudié en el Colegio
Fray Luis de León de Caracas, con los padres Agustinos.
Recuerdo la figura
emblemática, y que varias veces lo invité ya en su ancianidad para que me
acompañara aquí en Mérida, al padre Ilario Briones, quien fue además, quien me
preparó para la primera comunión, le guardé siempre un gran cariño y él hacia
mí también. Y después Monseñor Hortensio Antonio Carrillo Párroco de Santa
Teresa en Caracas, donde está el Nazareno de San Pablo, quien me sacó del
Colegio Fray Luis de León y me llevó a la Escuela Parroquial Santa Teresa,
porque él quería que yo fuera sacerdote diocesano. Ya empezaba a despuntar mi
vocación y fue un hombre muy cercano y muy abierto a todo el grupo de
monaguillos. De allí hemos salido varios sacerdotes entre ellos el padre
Escriba Mendoza, jesuita, quien actualmente es párroco aquí en la Monseñor
Obrero en Mérida.
¿Cuándo y a qué edad toma conciencia de su vocación
sacerdotal?
Bueno, eh…creo que habría que explicar varias cosas, uno no toma
conciencia plena de las cosas sino cuando ya está en la juventud, yo ingresé al
seminario muy joven de 11 años apenas cumplidos y me atraía enormemente aquella
disciplina, el deporte y todo lo que uno aprendía y me sentía muy a gusto bajo
la égida de los padres Eudistas, y el rector era el padre Miguel Antonio Salas,
quien posteriormente fue obispo de Calabozo y luego Arzobispo de Mérida, yo
diría que el momento clave para mi vocación y tomar conciencia plena, en lo
podíamos llamar ya abriéndose uno a la adultez, fue cuando me enviaron a
estudiar a la Universidad Pontificia de Salamanca.
No había cumplido los 18
años, llegar a un mundo desconocido para uno solo, ahí sentí que lo que yo
hiciera en adelante no estaba condicionado, ni por la familia, ni por lo
amigos, ni por el ambiente, sino que ya era una decisión personal y en ese
sentido, creo que ahí fue donde maduró plenamente mi vocación sacerdotal, en un
marco estupendo y bellísimo, no solo por lo hermosa que es la ciudad de
Salamanca, sino por esa ciudad estudiantil, universitaria inquieta con gente de
todas partes del mundo y con todas las distintas formas de pensamiento que se
entrelazan en un diálogo muy fecundo.
¿Quiénes estaban a su alrededor en ese
momento?
En España, vivíamos en lo que se llama un Colegio Mayor que son las
residencias universitarias que existen el Europa, Colegio Mayor Santo Matías de
Guadalupe, regido por sacerdotes de la OCSAH, la Organización de Cooperación
Sacerdotal Hispanoamericana, su rector Don Gaspar Vicente Sánchez, un sacerdote
que ha sido para mí un maestro y un amigo, todavía el vive. Convivíamos ahí 70
estudiantes de todas partes de España, de algunas partes de África de Filipinas
y, de casi todos los países de América Latina y esto nos dio un ambiente muy
plural, muy diverso, muy abierto y después el marco de la Universidad
Pontificia de Salamanca , universidad del episcopado español, en la que no hay
una sola línea de pensamiento, porque hay sacerdotes y laicos, profesores de
todas las escuela de todas las tendencias lo cual hace mucho más ricas la
convivencia y mucho más difíciles también los exámenes porque todos los exámenes
eran orales y con jurado, de tal manera que tenia uno que vérselas con
profesores que tenían opiniones contrapuestas y, defender el uno u el otro, lo
significaba meterse en un problema.
¿Podría decirse que fue ahí donde se
fortaleció su vocación religiosa?
Si, ciertamente, mi vocación religiosa y yo
diría que mi vocación humanista y mi vocación de apertura al mundo de hoy,
porque coincidió en aquellos años 60 en medio de muchas estrecheces que todavía
existían en la sociedad española de la época que apenas estaba despuntando.
El
cambio en medio del régimen franquista que coincidió con el Concilio Vaticano
II, y entonces fueron años de de una enorme efervescencia entre todos nosotros
los estudiantes que leíamos y devorábamos todas las cosas que llegaban a manos
y eso nos obligó a aprender idiomas y a dominarlos porque habían muchas cosas
que venían en italiano y en francés, sobre todo en Italiano y el francés se
constituyeron en un elemento clave y profundizar en el Latín pues porque
todavía muchas de las cosas venían en el Latín, de tal manera que había una
exigencia múltiple.
¿Qué influencias recibió, qué lecturas recuerda, cuáles
eran las condiciones del entorno, del país y la ciudad?
Bueno, desde el hogar
mi papá y mi mamá nos inculcaron mucho la lectura, nos compraban enciclopedias
juveniles que estaban de moda y uno ojeando todo aquello, eran años en que
apenas estaba comenzando la televisión en Venezuela y eran muy pocas horas las
que transmitían la televisión de manera que uno no estaba influenciado por la
pequeña imagen sino por lo que uno hacia y cultivaba. Esto se acrecentó
muchísimo al ingresar al seminario, las lecturas desde las lejanas tierras de
Emilio Salgari y todas aquellas novelas de Julio Verne que constituyeron para
uno un aprendizaje del idioma y a la vez un enriquecimiento del lenguaje, una
pasión por la lectura que después se fue acrecentando sobre todo porque el
padre Salas, Monseñor Salas y el profesor Adolfo Ostos Bohórquez, profesores de
Historia de Venezuela, ambos, nos hicieron vivir con pasión la realidad y la
historia de nuestra patria y eso me hizo tomar una enorme afición por la
lectura de la historia y que me llevo a hacer después estudios en este sentido.
Y después también aquellos años 60 y finales de los 50 hubo una gran ebullición
de producción de libros y de literatura venezolana y latinoamericana muy
económica, la Revista Tricolor, las publicaciones de los libros, las
colecciones de libros costumbristas, de escritores venezolanos el Libro Popular
Venezolano, eran paquete de 10 libros que costaban cinco bolívares y que uno se
tragaba, los compraba entre varios compañeros, porque uno tener un fuerte o
tener diez bolívares en el bolsillo uno de muchacho era tener mucho dinero y
con eso comenzamos a acrecentar ese afán por la lectura, con una biblioteca
como la que tiene la Universidad Pontificia de Salamanca. Bueno aquellos tomó unas dimensiones insospechadas,
desde allí mi pasión por la lectura, por el estudio que hace que lo que yo
tenga son libros y mi biblioteca la cultivo desearía tener más tiempo para leer
todo lo que llega a mis manos.
En cuanto a su formación intelectual, sus
referencias en el campo de la filosofía, teología, artes plásticas, música,
literatura… además háblenos sobre su fascinación por los diccionarios.
Comenzaría por esto último, desde muchacho yo aprendí de mis profesores esa
pasión por la búsqueda de las cosas, pero para uno encontrar sobre todo al
inicio cuando uno está buscando algo, lo mejor es ir a un diccionario.
Cuando
yo estaba haciendo mi tesis doctoral fui a visitar la biblioteca de los Padres
Dominicos de Alcobendas en Madrid, una biblioteca inmensa, enorme que tiene
muchísima literatura sobre América y Filipinas, porque era la provincia de ellos
que se encargaba de todo este vasto mundo, y yo tenía como una hora buscando
por aquí y buscando por allá y se me acercó el hermanito que era el
bibliotecario, en un momento dado me dijo como buen español, y me dijo me “da
la impresión de que usted está perdido…” “…sí, ando buscando, estoy comenzando
a hacer una tesis…”, y dijo “le voy a dar un consejo, primero busque en el
diccionario, en el Esparza después en la Enciclopedia Británica y después se va
a otras cuestiones especializadas”. Esto hace que yo desde entonces cultive
mucho el tener diccionarios generales y diccionarios particulares o específicos
en muchas cosas, no se con exactitud cuántos tengo, pero creo que debo tener
alrededor de 400 o 500 diccionarios de lo divino y de lo humano y sobre todo de
las cosas que le tocan a uno directamente, de las que le solicitan a uno. Por
ejemplo tengo un diccionario Italiano muy bueno sobre ángeles y demonios yo no
sabía que existían tantos ángeles y demonios pero este tiene como unas 12 mil
entradas porque este diccionario tiene ángeles y demonios de todas las
religiones. Bueno, esto yo se lo inculco a los muchachos, a los seminaristas y
los estudiantes, pues que vienen a buscar, busquen primero en un diccionario.
La especialidad que yo estudié en teología es una especialidad fascinante que
es la teología pastoral, es algo así como el internista en la medicina, el que
tiene que dar el primer diagnostico de la realidad y por tanto toca todos los
aspectos esto me ha hecho cultivar mas pues, la historia y todo lo que tiene
que ver hoy día con las ciencias humanas, lo interdisciplinario que es tan
importante la antropología, la sociología, la economía, la política. Elementos
que están entrelazados como con el aspecto religioso, y he cultivado mucho más
la historia porque estoy convencido de que en Venezuela hay muchos repetidores
de la historia y muchos falseadores de la historia hay que ir a la fuente y
todavía hay muchísimas fuentes en todos los órdenes que existen en Venezuela
que están sin explotar, un ejemplo sencillo puede ser la riqueza que tiene
nuestro Archivo Arquidiocesano de Mérida donde hay todavía mucha tela que
cortar.
Háblenos de su llegada a Mérida, de sus proyectos y de su perspectiva
de esta ciudad universitaria y de la comunidad católica de Mérida.
Bueno, hace
25 años cuando llegué, no tenía en realidad en ese momento ningún proyecto
sobre Mérida, jamás pensé que me tocara venir acá más aun cuando el Nuncio me
llamo para decirme que el papa me había hecho obispo.
Tuve la sensación o la
aprehensión de que me habían nombrado Obispo de Margarita porque era la
diócesis que estaba vacante en aquel momento, hasta que él me dijo que venía de
Obispo Auxiliar de Mérida para estar al lado de Monseñor Miguel Antonio Salas;
entonces me enteré que una de sus preocupaciones era tener un auxiliar que
tuviera una relación más directa y más estrecha con el mundo universitario.
Llegar a Mérida y encontrar con un ambiente bastante perecido y similar al que
yo tuve en mi época de estudiante en Salamanca, hizo entrar en contacto directo
con la universidad. Fui acogido e invitado de ellos. Era el rectorado del
doctor Mendoza Angulo, de ahí para acá con todos los equipos rectorales, con
mucho de los decanos con quienes tenemos contacto por una u otra razón, se ha
estrechado que con la creación de la parroquia universitaria y los diversos
servicios que lleva adelante. En el respecto más absoluto de la autonomía, del
pluralismo propio de un mundo universitario. Por el contraste con el ambiente
universitario, digamos de la ciudad, hay todo el resto del estado Mérida que
para entonces conformaba la arquidiócesis, hoy en día el Sur del Lago es una
nueva circunscripcion, la Diócesis de El Vigía de San Carlos del Zulia. El
entrar en contacto con el mundo campesino o el mundo semi rural y rural de
todos nuestros pueblos, me cuestionó enormemente, primero, por la pobreza, por
el aislamiento, hace 25 años estos pueblos no tenían luz eléctrica, no tenían
agua potable, no tenían muchos de los servicios que hoy en día mal que bien,
pues se tienen en todos esos pueblos y analizando la forma de Venezuela que
nosotros estudiábamos en la historia, y es evidente, estos territorios
pertenecieron hasta finales de la colonia al Virreinato de Santa Fe. De tal
manera que, ni siquiera los conceptos y la realización de cosas como son los
Pueblos de Misión, como son las encomiendas, por ejemplo, o de ciertas
tradiciones y costumbres, no son las costumbres de Venezuela. Venezuela
terminaba pues, en la raya en el límite, con lo que es hoy en día el estado Trujillo
y eso me llevó a buscar cómo completar esa formación mía también.
En este
aspecto que gracias al contacto que desde que era Rector del Seminario en
Caracas, tuve con la Organización de Seminarios Latinoamericanos y
posteriormente, en el Celan en el Consejo Episcopal Latinoamericano, me permite
acceder, primero, a los archivos colombianos, a los archivos bogotanos que son
muy ricos en información, sobre todo, sobre el occidente de Venezuela, pero
también y otra muchas cosas que tienen que ver con el Oriente, con Cumaná. De
Guayana, recuerdo haber visto muchos papeles en el archivo nacional de Colombia
y, en otros archivos que he tenido oportunidad de visitar y en Colombia se está
desarrollando y con mucha fuerza, con mucha profundidad, estudios sociológicos,
antropológicos, históricos, sobre todo de Cundinamarca, de Boyacá y de los
Santanderes, con los cuales vemos que hay una afinidad muchísimo mayor de la
que pueda haber de las tradiciones y costumbres de Venezuela con respecto a las
andinas. Nada más un detalle, el rito del calendario de fiestas, por ejemplo,
existente en nuestra región andina tienen un ritmo muy distinto al resto del
país. Aquí la mayor parte de las fiestas están en el solsticio de invierno, en
el mes de diciembre, enero febrero, en el centro y oriente de Venezuela es el
solsticio de verano, en torno a San Juan, en torno al mes de junio y el de
julio, de tal manera que si hay muchos aspectos que lo llevan a uno a
profundizar y que es lo que nos ha permitido llevar adelante con la riqueza que
hay aquí en el archivo y en el museo arquidiocesano, pues a promover junto con
la dirección del archivo y del museo cerca de un centenar de trabajos que se
han hecho tesis de grado, tesis de ascenso o investigaciones particulares de
las cuales nos sentimos realmente orgullosos.
Ahora, como paternidad social,
como máximo líder religioso de esta región, ¿qué valores se han afianzado, qué
nos puede decir de la sociedad y sus crisis, de las rupturas y las
recomposiciones sociales y el aparecimiento de nuevos derroteros?.
Bueno, hay un
elemento que es clave, que es muy latinoamericano y muy venezolano y es que
tememos muy mala memoria y muy mal concepto de nosotros mismos, no hay duda de
que nosotros no somos ni la panacea, ni lo mejor, pero tampoco somos lo peor,
tenemos una historia, tenemos una memoria, tenemos una herencia que hemos
recibido de nuestros mayores, con enormes valores, el valor de trabajo, el
valor de la verdad, el valor familiar, el valor de esa lucha permanente en un
estado y en una región de la que el gobierno central se ha ocupado muy poco. La
mayor parte de todas la iniciativas a lo largo de la historia, tanto colonial
como republicana, han sido producto, del esfuerzo del esfuerzo de su gente, ahí
lo vemos, por ejemplo, en las carreteras de los pueblos del sur y en tantas
otras cosa que se han desarrollado aquí. El estado ha venido después, no como
en otras regiones donde el estado llega primero crea la infraestructura; aquí
el estado cuando el esfuerzo de la población ha sido mayor. Esto afianza ese
sentido de la lucha por los derechos humanos, de la lucha por la igualdad y por
la equidad, aunado a esa confrontación permanente que tiene una ciudad como
Mérida en la que ha sido posible el diálogo con gente que está en la acera de
enfrente, por decirlo de alguna manera, tanto en el pensamiento religioso,
filosófico, social político y esto es bien interesante, sobre todo en un
momento como este en el que se quiere crear en el país una ruptura tal, que el
que no piense como yo es mi enemigo y que todos tienen que identificarse.
Tenemos que unificar. Querer convertirnos a todos del mismo color, del mismo
pensamiento, de la misma forma de ser, eso va en contra de la propia condición
humana y contra el sentido más profundo de la libertad y de lo que es hoy en
día la pluralidad que nos lleva a tener que adecuarnos a situaciones totalmente
imprevistas. Uno no puede hoy en día imponerle a nadie, ni siquiera a un niño,
quiere imponérselo y surge la pregunta inmediatamente y por qué y, ese por qué
es el que nos tiene se llevar a ser más humanos a descubrir que solo
construyendo la paz y ayudando cada uno desde su atalaya, desde su punto de
vista es como podemos lograr una sociedad más armoniosa, más justa, más
equitativa y por tanto con mayor de trance y de futuro.
¿Cuál es su reflexión
ante tantos, los temas sensibles, cuál es su observación?
En un momento como el
que estamos viviendo creo que es central el tema de la vida y de la calidad de
vida del venezolano el que nos estemos acostumbrando a la muerte, a la muerte
violenta, a la muerte sin sentido y que queramos justificar de una manera u
otra, porque era un delincuente o porque era una buena persona, no, eso es una
barbaridad. La vida vale por encima de cualquier tipo de connotación trátese
del niño que no ha nacido , del pobre pata en el suelo como el que tiene
cualquier tipo de poder, necesitamos reconstruir ese sentido de convivencia del
venezolano que fue el que permitió que se avanzara en muchos órdenes en el
siglo XX, mientras estuvimos en esas divisiones en el siglo XIX, el país no
avanzó, volver ahora a retroceder a esa esfera es sencillamente, como se dice,
un auto suicidio, es como querer eliminarnos a nosotros mismos, porque la
diversidad es la que nos permite crecer, pero que pasa por ese sentido de la
vida de la seguridad, serenidad, de la tranquilidad de una región como en la
que estamos, en la que los robos, los asesinatos, la vacunas, están en torno
nuestro como un fantasma que nos carga de un sentido de inseguridad y de
insatisfacción, no es pues, el mejor abono para la realización de los grandes
ideales de los sueños y de los proyectos que cada uno de nosotros como persona
o como miembros de alguna institución, tenemos que dar y ofrecer a las
generaciones actuales y futuras.
Tenemos que echarle un vistazo a la historia
para ver sus lecciones
Ciertamente que si, sin memoria no existe futuro y esa
memoria que tenemos del pasado, no es para verla como nosotros queremos sino
para sacar lecciones allí de lo bueno y de lo malo y poder dar así un salto
cualitativo hacia la trascendencia.
¿Qué hemos aprendido y desaprendido?
Como
sociedad venezolana creo que hemos aprendido a preocuparnos un poco más de
nuestras propias cosas, pero hemos desaprendido la capacidad de convivencia
fraterna, algo que siempre llamó la atención desde el exterior, es que cómo
hacen los venezolanos que piensan tan distinto y se entienden. Esto era un
valor que se nos pretende pues arrancar. Creo que el mejor ejemplo es el del
beisbol, aquí se va a un partido de beisbol o de futbol de lo que sea, y no es
como en otras latitudes, en otros sitios, que cada quien se sienta junto a los
suyos; aquí uno busca sentarse junto al contrincante, para qué, para echar
broma, para gozarla si va no ganando o para sufrirla si va uno perdiendo pero
en una afluencia de lo más rico y hermoso. A quién se le ocurre en el Sur o en
Europa ir a un partido de fútbol y sentarse donde están los del campo
contrario, es casi, pues como ponerse en la boca del lobo, para que le pase
cualquier cosa, eso tenemos que recuperarlo porque eso es ha sido una de las
enormes y grandes virtudes que el venezolano de siempre ha tenido y no podemos
dejar que nos los arrebaten.
¿Cómo ve el futuro y cómo saldríamos de esta
crisis?
Pues el futuro lo veo con muchos nubarrones, por toda la problemática
mundial existente, desde el calentamiento global, desde el cambio climático,
desde las transformaciones tecnológicas que se están dando desde esas
concepciones un tanto absurdas con respecto a los imperios que puedan existir en
el mundo. Buscar nuestra propia independencia tenemos que construirla nosotros,
preocuparnos más de nosotros y no querer ser los héroes que vamos a salvar el
mundo, lo salvaremos aportando lo específico de lo que somos nosotros y, en
este sentido, creo que es un enorme reto que estamos viviendo y hemos vivido en
estos últimos años, años de vacas gordas y, es cíclico en la historia el que
después de momentos de esplendor y de abundancia vengan momentos de escasez.
Cómo formarnos para ello y cómo cimentar en todos los órdenes, una educación,
una convivencia y un desarrollo que en un mundo tan competitivo como el de hoy,
exige calidad y apertura; apertura de vida y creo que ese es el reto, y que
sobre todo el reto como hombre de iglesia tenemos que llevar adelante. Todo
tipo de fanatismo, incluido el fanatismo religioso lo que trae es muerte es
división y es paralización, la capacidad de apertura, de convivencia y de
descubrir lo bueno que tiene el otro es los que nos enriquece y nos permite
tener una plataforma común mucho más amplia mucho mejor desde la cual podemos
pues caminar hacia un futuro mejor.
¿Cómo es su relación con Dios?
Pues, la
relación mía con Dios yo la califico como de una espiritualidad de los Salmos.
Es bien sabia o ha sido muy sabia la tradición Judeo Cristiana de pedir que el
hombre religioso debe orar con los salmos, porque uno tiene allí salmos para
orar los días que uno amanece de buenas, para los días que amanece de malas,
para los días en que hay problemas, para los días que está todo soleado y esto,
creo que la relación con Dios, debe ser muy cercana, yo le pido todas la noches
cuando rezo: "mira, mi Diosito, déjame dormir tranquilo esta noche para poder
servirte mejor mañana, sino duermo yo esta noche mañana voy a amanecer mal, o
de mala cara y voy a pagarlo con otro" y esto ha sido una de las grandes
bendiciones, pues, que yo he tenido, duermo muy bien con mi conciencia bien
tranquila para poder dar lo mejor de lo que el día nos pone por delante
tratando de aportar, en lo personal y, sobre todo, como obispo creo que mas que
tocar los instrumentos lo que lleva uno es como la batuta, hacer que los otros
la ejecuten muy bien, los que están a través de ese contacto permanente en las
comunidades, en las parroquias y en los distintos grupos que uno anima y desde
allí aportar y convivir con la pluralidad de formas de hacer, que si lo hiciera
uno personalmente no habría de otra forma pero allí es donde está el ensanche
de la vida de uno. Por eso a través de las visitas pastorales le permite a uno
vivir como vive nuestra gente. Ir a nuestros pueblos del sur por medio unas
carreteras que son un desastre, llegar a tantos sitios y no tener luz para
poder trabajar, para poder leer, la escasez que pueda haber de muchas cosas y
oír, tanto lo bueno como las quejas que nuestra gente lleva con paciencia y con
constancia, debiendo buscar una superación pues para el bien personal, familiar
y social.
¿Un llamado a la feligresía, a la comunidad de Mérida?
Bueno, yo lo
primero que diría es que, tenemos que querer lo nuestro, quererlo no en forma
absurda, sino saber que este escenario que el señor nos ha puesto con una
naturaleza tan bella y hermosa, nos invita todos los días, primer lugar, a
elevar nuestra mente y nuestra oración hacia lo alto, ¿para qué?, para ayudar a servir,
para ayudar dando lo que cada uno de nosotros tiene en la construcción de una
sociedad más fraterna y más solidaria y en la que en una región como esta, que
ha sido el humus de la evangelización y de la realizaciones muy concretas, en
las que la Iglesia ha estado metida hasta la cabeza, en llevar adelante lo que
entre todos se ha hecho, que sigamos muy unidos, todos los sectores públicos y
privados, todas las religiones, todas las edades, todos los conocimientos que
se tengan para hacer de Mérida una ciudad puesta en un monte para transmitir
luz más allá de nuestras propias fronteras a todo el que se acerque a orar en
esta tierra bendita.
¿Sobre sus 25 años de ordenación episcopal?
Bueno 25 años en este mundo contemporáneo en que las cosas cambian y evolucionan tan rápidamente, es un escenario de aprendizajes permanentes, es el apasionante mundo el que nos toca vivir y en el que no podemos pasar desapercibidos recibimos una herencia de nuestros mayores y tenemos también la obligación de entregar este testigo a los que vienen detrás de nosotros, aportándoles la riqueza de lo que hemos hecho y aportándoles también la crítica y la evaluación de lo que hemos podido dejar de hacer o no hemos hecho, también para que no caigamos de nuevo en los mismos errores o no caigan ellos sino que aporten al crecimiento espiritual y material de aquellos a los que nos toca servir, por eso doy gracias a Dios por estos 25 años, agradezco lo que el Papa Benedicto XVI, en su hermosa y extensa carta me hace ver lo que a uno le toca como pastor al frente uno no está puesto aquí porque quiere sino porque ha sido esa voluntad de Dios y de la Iglesia, donde estar al servicio de una arquidiócesis con tanta historia, con tanta vida y que uno pueda en esos momentos pues entregarla mejor y más madura de lo que uno la recibió, por eso es que estos 25 años los veo no como una celebración personal, sino una celebración que solo ha sido posible por el entorno que junto con uno ha vivido ha padecido y ha disfrutado llevar adelante una iglesia tan viva y tan exigente como la de Mérida.
¿Sobre sus 25 años de ordenación episcopal?
Bueno 25 años en este mundo contemporáneo en que las cosas cambian y evolucionan tan rápidamente, es un escenario de aprendizajes permanentes, es el apasionante mundo el que nos toca vivir y en el que no podemos pasar desapercibidos recibimos una herencia de nuestros mayores y tenemos también la obligación de entregar este testigo a los que vienen detrás de nosotros, aportándoles la riqueza de lo que hemos hecho y aportándoles también la crítica y la evaluación de lo que hemos podido dejar de hacer o no hemos hecho, también para que no caigamos de nuevo en los mismos errores o no caigan ellos sino que aporten al crecimiento espiritual y material de aquellos a los que nos toca servir, por eso doy gracias a Dios por estos 25 años, agradezco lo que el Papa Benedicto XVI, en su hermosa y extensa carta me hace ver lo que a uno le toca como pastor al frente uno no está puesto aquí porque quiere sino porque ha sido esa voluntad de Dios y de la Iglesia, donde estar al servicio de una arquidiócesis con tanta historia, con tanta vida y que uno pueda en esos momentos pues entregarla mejor y más madura de lo que uno la recibió, por eso es que estos 25 años los veo no como una celebración personal, sino una celebración que solo ha sido posible por el entorno que junto con uno ha vivido ha padecido y ha disfrutado llevar adelante una iglesia tan viva y tan exigente como la de Mérida.
En Mérida, el…….de 2009.
Fuente: desconocida (Internet)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario