LUIS UGALDE
17 de febrero de
2017 05:00 am
La
psicología de derrotados parece apoderarse de algunos opositores
que, incapaces de asumir las propias responsabilidades en el desastre reinante,
buscan chivos expiatorios para cargarles sus culpas. Para algunos ese
chivo expiatorio del hambre y de la dictadura en Venezuela es nada menos que el
papa Francisco y su perverso deseo de salvar al régimen comunista. Así lo
escriben.
Podemos
entender que el régimen trate de culpar de su estrepitoso fracaso al imperio, a
la oligarquía capitalista, al golpe económico y, ahora, a la Iglesia venezolana
a la que acusa de haberse convertido en vulgar partido político opositor. Al
gobierno no le gusta la Iglesia y no escogió al Vaticano entre sus amigos
“facilitadores” del diálogo; los demócratas en cambio no se fiaban de los
nombrados unilateralmente por el gobierno y proponían otros, entre ellos algún
representante del Vaticano. Meses después, apretado por la situación y
las protestas, el Gobierno dijo sí al representante pontificio y se preparó
para manipular la escena del mal llamado “diálogo”. A los demócratas les faltó
unidad y claridad sobre quién, para qué y cómo dialogar para rescatar los
derechos humanos y la Constitución. También en la facilitación de la Iglesia
faltó acuerdo y precisión, pero se corrigió pronto y el Secretario del Estado
Vaticano envió una contundente carta denunciando al gobierno por
incumplir los cuatro puntos claves del primer encuentro, y, por eso, el
representante pontificio no ha vuelto. Voceros del régimen respondieron airadamente
a esta carta y la respuesta oficial -que no se ha hecho pública- fue
grosera. Pero con astucia el Régimen decidió no enfrentarse a la
Iglesia, sino jugar a dividirla entre el buen Papa y la mala Conferencia
Episcopal. Según ellos, la Conferencia Episcopal con su durísima
documento crítico (13-01-17) de la realidad nacional demuestra su rebeldía
contra el Papa, mientras que el Gobierno devotamente lo apoya promoviendo el
diálogo cristiano que él recomienda. Así mismo dirán que la insolente
carta de “un tal Parolín” (cardenal Secretario del Estado Vaticano) es una cosa
y otra el Papa. La maniobra divisoria es burda, pero torpemente algunos
opositores la hacen suya, trastocando los papeles: el Papa es el malo y los
obispos los buenos. Hay dos iglesias.
Entendemos
que el régimen juegue a la división de la Iglesia, pero la verdad es que no hay
carta del Secretario de Estado Vaticano sin acuerdo con el Episcopado
venezolano y, mucho menos, sin respaldo del Papa. “Divide y vencerás” es el
juego que quiere el Régimen y promueve actos de agresión contra personas
y templos representativos del catolicismo venezolano. Pero es incompresible que
haya opositores que se vuelvan voceros de esta maniobra gubernamental y enfilen
sus cañones verbales contra el Papa “comunista”. Incluso llegan a presentar las
cosas como si la eliminación del Revocatorio presidencial (decisión muy
anterior a todo “diálogo”) fuera culpa del Papa. ¡Hasta la OEA estaría
paralizada por el Papa!
La
verdad de los hechos es otra: el Régimen antes del “diálogo” decidió eliminar el
Revocatorio, suspender las elecciones de gobernadores en 2016 y toda elección,
mientras haya peligro de perderla. Dejaba-por ahora- abiertas las
presidenciales de fines de 2018, con la esperanza de que mejore la popularidad
gubernamental. Como no mejorará, se deberán suprimir o hacerlas con los
demócratas atados de pies y manos. Desde ahora el CNE y el TSJ están preparando
las sogas y maniatando la democracia.
Una
cosa es el DIÁLOGO y otra este “diálogo” desnaturalizado. No hay democracia sin
DIÁLOGO, parlamento, discusión y acuerdos para el bien común. Toda constitución
democrática es DIÁLOGO. Al contrario, la dictadura es imposición por la fuerza
y anulación del adversario y si usa el “diálogo” es como engaño para mantenerse
en el poder; de ninguna manera quiere DIÁLOGO para restablecer la democracia y
los derechos humanos. En esta situación la conciencia y la Constitución nos
obligan a todos los venezolanos -también a la Fuerza Armada- a restaurar la
democracia con los votos de la mayoría y a cambiar de raíz el disparate
económico y social que ha logrado récord (s) mundiales de muerte con inflación
(800%), caída del PIB (19%), sostenido déficit fiscal (más del 15%) y un
Gobierno que sobresale en ineptitud y corrupción. Como dice el mencionado
documento episcopal,” una gran oscuridad cubre nuestro país”, “estamos viviendo
situaciones dramáticas” y “todo se agrava cada día que pasa, porque no se ponen
correctivos” (n.2).
La
democracia es imposible sin DIÁLOGO y la reconstrucción nacional requiere de un
esfuerzo de todos, también de los millones que ayer fueron chavistas, inocente
y esperanzadamente. El Papa invita al necesario espíritu de DIÁLOGO y
corresponde a los obispos en Venezuela que viven la realidad, acompañar a
la gente en su sufrimiento de condiciones inhumanas, exigir responsabilidades,
denunciar las trampas del “diálogo” y construir puentes. Corresponde a los
políticos, a la sociedad civil y sus sectores sociales concretar más esta
acción con unidad y estrategia indivisible. Parece que para algunos es más
fácil atacar al Papa “comunista” que poner su parte para salir de la
dictadura y su actual y creciente miseria económica y social.