Guillermo Planas
Hoy como un ''regalo'' para los médicos, para todos los que somos egresados de la UCV, el Alma Mater inolvidable y en especial para el País, tenemos una noticia: el Instituto de Medicina Tropical fue saqueado y destruido por personas a quienes solo puede calificarse como escorias humanas. Lo que no se pudieron robar lo destruyeron, computadoras con información estadistica, microscopios de alto valor, el equipo de los laboratorios, campanas, pipetas de alto valor. Lo que no se podían llevar lo arrojaban al suelo para destruirlo, con extrema maldad. La cosa llega al extremo que hasta los cultivos fueron manipulados y destruidos, con el propio riesgo para los delincuentes. Hasta los aires acondicionados se los llevaron. El instituto fue cerrado por las autoridades de la UCV. En esa institución se atiende a innumerables pacientes de Venezuela y de las islas del caribe, ya que sus estudios solo se hacían en esa institución: Chagas, VIH, dengue, leishmaniasis, etc, etc, etc. Pareciera que como sociedad en estado absoluto de anomia, llegamos a un punto sin retorno.
(Alberto Báez Duarte)
La noticia del asalto al Instituto de Medicina Tropical de la UCV, que casualmente está recién cumpliendo noventa años de fundado por el ilustre Dr. Enrique Tejera Guevara, la había recibido como una de tantas que se suceden a diario en nuestro desvencijado país. Como la leí tangencialmente, supuse que se trataba de un acto de agresión más, como tantos que ha sufrido nuestra Alma Mater, durante largos años de ignominia a la que ha estado sometida, tanto la comunidad universitaria como la sociedad toda. Pero por la magnitud del atropello y el alcance de la destrucción perpetrada, he quedado realmente impresionado e indignado por el acto de barbarie y vejación sin límites a que ha sido sometido nuestro querido Instituto. La tropelía es solamente comparable a los atropellos cometidos por Atila y sus hordas salvajes en el siglo V cuando invadieron a Occidente. Arrasaron con un altar del conocimiento, la docencia y la investigación, sin dejar huellas. La proliferación de la violencia y el crimen explica el estado de inseguridad jurídica y personal reinante en el país,
La agresión y destrucción tanto de bienes y equipos, como de material investigativo dirigido a beneficiar la salud depauperada del venezolano, es tan reiterativa, vil y desproporcionada, que se pudiera plantear varias hipótesis, entre ellas, que se trate de la expresión de un acto de retaliación contra las autoridades universitarias a quienes les ha tocado un período realmente dramático en su lucha por la autonomía, la exigencia de un presupuesto justo y la superación académica como norte de sus quehaceres universitarios, o bien se trate de un salvajismo aberrante realizado por pranes de la ignorancia, estimulados por la droga y la quiebra ética a que nos ha llevado este populismo degradante.
Es obvio que todo profesional universitario que se haya nutrido de las grandes enseñanzas que se impartieron en la excelente cátedra de Medicina Tropical, tiene que sentir profunda tristeza, frustración e indignación ante semejante salvajismo. Por sus predios, desfilaron destacados maestros de la enseñanza sanitaria en Venezuela, -ejemplo para todo el continente- de la talla de Enrique Tejera G, Martín Vegas, Félix Pifano, Arnoldo Gabaldón, Rafael Medina, Belfort, Mondolfi, Orihuela, Noya, y otros que escapan a mi memoria. Es considerada una época de oro de la docencia y la investigación de la medicina moderna en Venezuela.
Hace ya unos cuantos años, en una entrevista que le hicieron al maestro Félix Pifano con motivo de un viaje que realizó conjuntamente con Gabaldón a la antigua Unión Soviética y percatándose de la realidad del ciudadano común soviético, su desolación, tristeza y desesperanza le decía a Gabaldón: “Esto no podrá durar mucho, esto caerá pronto, porque el ser humano es para otra cosa, para tener esperanzas y fe en el futuro, aquí no veo esas dos cosas". El tiempo me dio la razón y pude ver el desmoronamiento de esa realidad, con la caída del Muro de Berlín y del sistema socialista”.
Palabras proféticas del maestro Pifano, quien en sus lúcidas y brillantes conferencias magistrales que periódicamente dictaba, dejó huella imborrable en sus discípulos en la década de los años sesenta, entre los que orgullosamente me cuento.
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