Alberto
Szpunberg (*)
No,
decididamente No: la ultraderecha neoliberal y militarista que gobierna al
Estado de Israel no me representa. Ni como judío, ni como poeta, ni como simple
militante de causas justas, ni como anónimo ser humano. Digo No a este Gobierno
cruel, lo desconozco, le niego validez humanitaria, no es merecedor de la Jerusalem
a la que volvemos nuestros ojos, ni de la terrenal Jerusalem, la de
"abajo" (shelmata), ni de
la Jerusalem celestial, la de "arriba" (shelmala), le prohíbo que hable en mi nombre ni en el de mi pueblo,
y menos en nombre de los mártires de la Shoá,
nada tiene que ver con el pueblo milenario al cual pertenezco, ni siquiera lo
avalan ni lo justifican los misiles disparados al bulto ni los túneles
subterráneos ni las "guerras santas" de la demencia fundamentalista
de Hamás. Tampoco las mejores tradiciones del humanismo judío, según las cuales
me formé, tienen que ver con el actual Gobierno de Israel.
No necesito
apelar, ni con humildad ni con orgullo, a los grandes nombres que jalonan "2000
años de exilio". Tampoco necesito invocar a los 36 Justos que sostienen el
mundo, ni al Rabino de Kotzk, que sigue incitándome a no dejar de saltar hasta
alcanzar el cielo. Me basta con mencionar a mi abuelito José, el
"cuéntenik" del conventillo de Añasco, un vendedor ambulante que,
todos los Días del Perdón, me transmitía ese sentido del humor con el cual,
cubierto con su manto, en pleno Kol Nidrei, intentaba remontar la barbarie de
incontables matanzas dándome ligeros codazos. En ese momento, alzaba la voz en
la sinagoga y decía: "Tú nos elegiste entre todos los pueblos"... Y,
muerto de risa, agachaba la cabeza y agregaba a mi oído, en voz baja:
"Para castigarnos"....
Hoy, el
castigo que recibimos los judíos no viene del Faraón de Egipto ni del Melej
Amalek ni del babilonio Nabucodonosor ni del criminal Amann ni del Imperator Caesar Augustus Titus
Flavius Vespasianus ni de Sus Majestades los Reyes Católicos ni del inquisidor
Torquemada ni de los sanguinarios Pilsudski y Petliura ni del mil veces maldito
Eichman ni de los mostachos sospechosamnte embebidos de Stalin –"imaj shemám", es decir, "borrados
sean sus nombres"–, sino de mano de los Netaniahu, los Liberman, los
Bennett y otros criminales de guerra, cuyos nombres también serán borrados. No
merecen otro destino quienes, incurriendo en la Hybris, la transgresión total que desencadenaba la tragedia griega,
no distinguen entre un niño y un perro...
Desde la
racionalidad, desde el humanismo, desde la negativa a ser cómplice de la
barbarie, desde el más elemental sentido común, digo No, definitivamente No,
una y mil veces No. E invitando al Pueblo del Libro a pronunciarse, a modo de
advertencia desesperada, cómo no volver al severo Amós: "Los tres pecados de Israel perdonaré,
pero al cuarto no ", cuando ya son muchos los pecados... Y cómo no volver
al sensato Amós: "¿Acaso podrán ir juntas dos personas si antes no se
pusieron de acuerdo?"... Antes y
después de todo, ahora y siempre, la paz. Y la única garantía, dos pueblos, dos
Estados viables y seguros. Y algún día –porque la Tierra Prometida ya sabe a pogrom–, tendrá que ser Sí, es decir, dos pueblos, dos
Estados viables y seguros, y un solo, un solo
corazón.
(*) Poeta argentino (Buenos Aires, 1940)
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