Su intervención
en la reunión de obispos fue contundente, recordando a Pío XII cuando “sacó
hasta a las monjas de sus claustros” para salvar a Italia del comunismo
Teniendo como marco la reunión de
anual de obispos, en pleno desarrollo, el respetado sacerdote jesuita Luis
Ugalde, ex rector de la Universidad Católica Andrés Bello y catedrático de
Teoría Política, impactó con su exposición. En ella, abordó la problemática
venezolana apelando a un recurso muy ignaciano: el discernimiento como método
profundo y verdadero a través del cual San Ignacio, uno de los maestros y
testimonios de la espiritualidad, nos comunica un camino pedagógico, humano y
muy espiritual para manejar y adiestrar la libertad.
“Ahora, como nunca, la Iglesia en
Venezuela se ve exigida a sacar lo mejor de sí y ponerlo al servicio de una
sociedad en pleno naufragio –comenzó el P Ugalde. Nuestra identidad y fuente de
inspiración es Jesucristo y en él está la brújula para discernir y orientarnos
en esta encrucijada. ¿Qué es lo que Dios bendice y maldice hoy y aquí?” se
preguntó, recordando aquella sentencia de Mat 25,35 cuando Jesús ensena que
Dios nos bendice porque “tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron
de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba
enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver”, en clara
alusión a la indiferencia del poder ante las penurias del pueblo y el
compromiso que ello plantea a los creyentes de cara a quienes se encuentran más
desvalidos.
Acto seguido, recordó que en la 1ª
carta de Juan se nos dice: “A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos
a otros, Dios permanece en nosotros” (1 Juan 4,12). Y al que asegura amar a
Dios pero no a su hermano, “porque si no ama al hermano a quien ve, no puede
amar a Dios a quien no ve” (1 Juan 4,20).
Bromeó con la manifiesta aversión de
los venezolanos por las maldiciones, pero sentenció: “En esta encrucijada vital
no hay espacio para evadirlas. Jesús dice ‘apártense de mí, malditos’ porque
tuve hambre y no me dieron de comer” etc. (Mat. 25,41-44). Jesús y la vida no
nos dejan escapatoria cuando la realidad es de hambre, enfermedad, exilio y
cárcel. No vale decir que nunca lo reconocimos, porque estábamos distraídos o
éramos agnósticos, ateos o de otra religión no cristiana”.
Venezuela entera, y con ella la
Iglesia, estamos en el dilema sin escapatoria de ser benditos o malditos de
Dios de acuerdo a como respondamos al hermano en necesidad, a los 30 millones
de hermanos.
“En Venezuela –continuó- el hambre,
la sed, la enfermedad, la cárcel, el exilio, la inseguridad… no son pequeños
errores o accidentes de un proceso que básicamente funciona bien y da vida (…)
La Iglesia enseña que el bien cuanto más universal es más divino y el mal más
maligno y por ello la política, cuando se orienta al bien común, es una muy
elevada forma de amor cristiano o puede ser la negación del seguimiento de
Jesús. Hoy en Venezuela es la política la que siembra muerte”.
Se remontó en su intervención a
“aquellos años de la dura postguerra” cuando el Papa Pío XII pidió ir a votar,
incluso a las monjas de clausura”. Puso a funcionar todos los resortes de la
Iglesia, a los seminaristas a predicar en las calles, activó cualquier recurso
a disposición de los católicos “porque de esa decisión dependía que Italia
cayera o no en manos de un sistema como el que impuso por largas décadas su
inhumanidad dictatorial en países del Este europeo”. Hay momentos en que la
evasión es totalmente incompatible con la responsabilidad cristiana. Estamos en
uno de esos que deciden el futuro del país.
Hizo planteamientos muy concretos:
ante la ilegalidad e inconstitucionalidad con que trabaja el gobierno y en las
cuales funda su ventajismo, urgió a la Conferencia Episcopal a exigir –al
gobierno y la oposición- que los procesos electorales se realicen en
condiciones de transparencia. Como quiera que ello no basta, alentó a la
Iglesia a “llamar a la movilización de las conciencias” para superar la
desesperanza que paraliza y los intereses particularistas que minan la
indispensable unión para la reconstrucción nacional.
La votación debe ser masiva. Es
preciso y urgente un cambio de presidente y de gobierno “porque no es posible
prolongar la actual catástrofe”. Para ello, un elemento clave la Fuerza Armada.
Entender el actual desorden pasa por conocer su orientación dominante. Que vuelvan
hacia la democracia y se ajusten a su deber constitucional es de vida o muerte
para el país.
Cerró con una grave interpelación a
los católicos: “El déficit mayor de nosotros como Iglesia, como pueblo de Dios,
es que no hay coherencia y seguimiento práctico de la comunidad cristiana a los
magníficos documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana. Los obispos están
muy claros y hay que escucharlos”. Es un gran reto que enfrentamos este año,
que considera decisivo para el destino del país.-
teia
Publicado originalmente por
Macky Arenas | Ene 12,
2018